Querido diario: amo y odio septiembre.
Querido diario:
Te voy a confesar que cada año me cuesta más que llegue septiembre.
Cuando tenía 9 años, estaba cansada de no hacer nada, y solo quería empezar el cole para reencontrarme con mis amigos, empezar la agenda, comprar toda la sección de papelería, estudiar, organizarme…
Me encanta la organización, soy como Mónica.
Por otro lado, con esa misma edad, recuerdo marchar llorando de mi pueblo en el asiento de atrás del coche, porque me lo había pasado tan bien, que no quería marchar.
Ya amaba y odiaba septiembre, pero no me daba cuenta.
Pasaron los años, y poco a poco dejó de hacerme ilusión empezar el colegio. Supongo que era porque a mis amigos los podía ver fuera del colegio, y estudiar ya no era divertido, sino obligatorio y necesario para el futuro. Estaba cargado de presión.
Aunque la ilusión de la vuelta al cole se había perdido, me encantaba la sensación de “año nuevo”. El año nuevo, para mi, empieza el septiembre, no en diciembre. Empieza la rutina, empieza la organización, empiezan los cursos… justo después del parón de desconexión veraniego, que en diciembre no existe, sobre todo si eres universitario.
Algo queda en mi de esa niña de 9 años que le encantaba volver al cole, porque siempre me ha encantado la papelería, no puedo vivir sin agenda porque no sabría a donde tendría que ir cada día, y ahora que estudio lo que amo y por placer, me encanta de nuevo.
También queda algo de la niña que lloraba al acabar el verano cuando cruzaba el puerto del Palo en coche, porque, como ya he comentado, no soy tan feliz en otro lado como en mi pueblo y los veranos parece que cada vez acaban antes.
En definitiva, amo septiembre por el olor a libro nuevo, por la rutina, por la organización, por la papelería, por la tranquilidad, por los propósitos. Porque soy animal de costumbres, porque me gustan los comienzos si son buenos. Y, a la vez, odio septiembre, porque no siempre los comienzos son buenos, porque la rutina a veces aburre. Por los anuncios de vuelta al cole desde mitad de agosto, por dejar atrás la época dorada el año.
Pero la vida es así, tiene altibajos y hay que disfrutar cada momento, porque nunca vuelve.
En palabras de Alberto Manguel:
«La vida seguía su curso porque yo pasaba las páginas».