Lo que echo de menos
Echo de menos las noches de juerga. Ponerme mona. Tomar algo antes, charlando. Jugar. Provocar. Quedar con una amiga y contarnos que había sido de nosotras aquella semana. Con los labios rojos y solo preocupándonos de que nos los despintasen las copas o alguien en el transcurso de la noche, no la mascarilla.
Bailar toda la noche, tónica o cerveza en mano. En ocasiones, la tónica con unas gotinas – sin querer fomentar yo nada -. Hablar con cualquier desconocido. Hacer amigas en el baño. Echo de menos las patatas con mayonesa que me cogía en el puesto de al lado de mi casa al volver a las tantas, para comerlas en el sofá viendo la tele mientras me desmaquillaba.
Echo de menos las noches del pueblo. Las fiestas, las verbenas, las orquestas. Ir de grupo en grupo charlando, riendo y bailando. Bebiendo, también tónica en mano. O cerveza, o sidra. Hasta agua a veces, tanto me daba.
Que acabase la orquesta y quedar con ganas de más. Seguir la marcha en cualquier sitio con cualquier música, porque lo importante era estar.
Los despertares al día siguiente, la sopa de mi abuela, el día de la jira. Las charangas. Las tardes de embalse o piscina. O río. O caminata. Tomar algo sin preocuparme de aforos, todos pegados como sardinas. Hasta echo de menos las resacas, si me apuras (aunque no mucho).
Echo de menos ir al cine. O a cenar. Sin preocuparme de si me estoy lavando las manos lo suficiente o de si el de al lado grita mucho. O tose. O está muy pegado….
Echo de menos los abrazos, los besos, las caricias. Cambiar de aires. Viajar a cualquier sitio.
Echo mucho de menos escribir mi vida en los bares. Pasar horas y horas en la misma mesa, dando vueltas a historias, guiones, posts, trabajos. Que las palabras fluyesen de mis dedos porque todas mis experiencias de esa semana tenían que quedar reflejadas de alguna manera. Porque vivíamos experiencias cada día que antes valorábamos mucho y ahora añoramos como nunca.
Echo de menos cosas sencillas. Es más, echo de menos que las cosas fuesen sencillas. Sin preocupaciones. Echo de menos no tener esta incertidumbre por todo el cuerpo a todas horas. No saber cómo van a ser las cosas. Porque lo que estaba, se fue de un plumazo.
Pero todo pasará. Volveremos a viajar, a abrazar, a besar, a ir sin mascarilla y sin miedo por la calle. Volverán las noches locas, las fiestas, las verbenas, las patatas a las 7 de la mañana y la sopa de mi abuela el domingo de las fiestas.
Lo sé. No sé como, pero lo sé.