Querido Diario...

Querido diario: el precio de la felicidad.

Hace unos días, viendo el Instagram de una de mis escritoras favoritas (hola, Sol), planteó una pregunta muy interesante.

Decía Sol, en su inmensa sapiencia, que hagamos más a menudo cosas pequeñas que nos hicieran felices, que nos expusiésemos aunque costase, y que le dijésemos algo bonito en lo que nos gusta pensar, que si nos paramos a pensar en lo bonito de la vida qué es lo primero qué se nos ocurre. Y yo, como soy una follogüer muy obediente (con quien me da la gana, dicho sea de paso) pues me planteé la pregunta.

En un primer momento, lo que se me vino a la mente fue mi padre. Pero eso, aunque era algo bonito, está aún teñido con un poco de dolor, así que no sería realista del todo. Con el tiempo, lo será, pero ahora todavía no.

Entonces, me paré, tirada en la cama como estaba, y dije “imagínate ahora mismo haciendo algo que te guste”. Y me imaginé completando proyectos, disfrutando el camino: Me imaginé escribiendo a raudales. Me imaginé maquillando hasta quedarme sin muñeca. Me imaginé viajando (y viviendo lejos). Me imaginé haciendo cursos. Me imaginé organizando cursos. Me imaginé haciéndoles regalos a mis amigos. Me imaginé hasta conduciendo, con el estrés postraumático que tengo con el coche.

Creo que no respondí demasiado bien a la pregunta que hizo Sol, porque preguntaba una cosa. Pero yo, por desgracia, tengo la mente con la pantalla dividida y puedo pensar varias cosas a la vez. Llamadme rara.

Así que no pude quedarme solo con una cosa que me hiciera plena. Pero sí puedo quedarme con que todos esos proyectos los estoy haciendo. Estoy en buen camino. Porque la felicidad tiene un precio y en cada persona es distinto.

Yo me ví haciendo un montón de cosas y no parando, me ví estresada. Incluso disfrutando de estar estresada, imagino que será mi ADN que es así y está un poco majara, como yo.

Lo paradójico es que a veces, aquello que más felices nos hace es lo que más miedo nos genera e intentamos retrasar el comienzo. Pero cuando empiezas, no puedes parar.

Así que igual, el precio de mi felicidad es dormir un poco menos, apuntar cada idea aunque signifique dar un brinco en la cama a las 6 de la mañana, y llorar un poco más. Porque no te pienses que ser feliz significa no estar ningún día triste. Sin la tristeza la felicidad no se entiende. Ese es el precio universal.

Descubre que precio tiene tu felicidad. Y si quieres, me lo puedes contar.

woman walking on lawn with trees

2 Comments

  • María José (Teté)

    Ay! No por Dios! Que no lleves lo del estrés en los genes que a largo plazo es malo… Aquí Dña. MilCosasALaVezTodoElDiaDeAquiParaAllá te lo asegura.
    Por lo demás, totalmente de acuerdo en todo.
    No da miedo “curiosamente”, da miedo “precisamente”.
    Y sí, en eso de los miedos también tengo muchísima experiencia (en sufrirlos, no en vencerlos), debe ser que ya voy teniendo cierta edad…
    No puedo quitarte los miedos, pero siempre tendrás mi mano ahí, para acompañarte a dar el salto, o para sujetarte cuando lo des, o incluso para animarte cuando no estés aún preparada para darlo. ?

    • Natalia Cachafeiro

      Creo que lo del estrés en los genes es tarde para remediarlo… pero estrés con moderación a poder ser. Un día de estrés por uno de relax.
      Eres la mejor, gracias por estar ahí siempre.

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