Me quejo,  Reflexiones

Adele ha adelgazado, ¡oh, Dios mío!

Empecé a escribir este post cuando salió la “polémica” (polémica fake, digamos, porque no hay nada sobre lo que polemizar) con la foto de Adele. Pero he preferido darme unos días para reposarlo y tomar algo de distancia con un tema que, como gorda, me pilla cerca.

No vengo a dar luz sobre nada nuevo. La realidad es que es algo que se veía venir. Que Adele ha adelgazado y la gente se ha vuelto loca.

Desde siempre, cada vez que Adele sube algo a redes sociales sube el pan, y no precisamente porque tenga disco nuevo, como le podría pasar a Taylor Swift.  Adele sube pocas cosas a redes, pero cuando las sube la lía parda. No la lía parda porque haya subido una canción ni porque vaya desprendiendo glamour con cada trapito que se pone. No, la lía por el escrutinio al que la somete el público. Escrutinio sobre si está más delgada o más gorda, o si así está más guapa o más fea que antes.

Yo creo que ella lo sabe (y la amo más, si cabe).

Adele diva
Adele, Reina. Con R mayúscula.

Solo espero que Adele no se convierta en la Rosa López internacional, porque Rosa López flaco favor nos hizo a las gordas de este país. No por nada, que a mí me encantaba Europe is living a celebration y me encanta ella. La pena es que se hable más de ella por sus kilos perdidos que por su música (¡vaya! ¡como con Adele!). Ha hecho flaco favor el concepto de Rosa López, ¿a qué gorda no le han dicho “si ella pudo, tú también puedes”? Pues te lo digo yo, a pocas o ninguna.

Lo peor de todo es que te lo acabas creyendo, y acabas creyendo que eres menos por no conseguirlo como ella. Cuando por fin adelgazas, tal y como cuentan en este artículo, la gente te trata diferente. Que si “ya era hora”, que si “qué guapa estás ahora”, que si “antes estabas bien, pero…”. Es una cosa que a mí me flipa. Ya puedes haber adelgazado por un cáncer, por un trastorno de alimentación o porque desde que se murió tu padre no quieres probar bocado. La cosa es que estás más delgada y eso es lo bueno.

Además, el temido tabú de que las gordas no hacemos deporte. De todos es sabido: no levantarse del sofá y solo comer mierdas. O eso es lo que piensa gente como Tanya Gold. Desde aquí le digo: Tanya, que te den un rato. No sé si os acordáis de ella, pero es una periodista (o algo así) inglesa, que dijo que le ofendían los maniquíes de ropa deportiva de talla grande de Nike. Si es que no tenemos derecho a existir. Pues que te den, que en Times Square están expuestos a tope de power.

Luego están los comentarios de mierda, como si hacer deporte fuera a arreglar tu vida en todos los aspectos. Si ya lo haces o no, a la gente le da igual, por lo dicho en el párrafo anterior, de todos es sabido. Además, no eres un runner y todo lo que se salga de ahí es el mal. Porque “deberías”, porque eres menos si no lo haces o si no haces determinada cosa. Incluso a mí hace no mucho me dijeron que «debería» haber participado en una carrera porque me «vendría muy bien«, teniendo la rodilla jodida y odiando correr. Pero eh, lo importante es correr, que te guste o no, que puedas o no, da igual.  Pues podéis comerme el coño.

Es como lo que le pasaba a mi amiga Claudia, a la que le gustaba mucho el futbol ya cuando estábamos en primaria (y ahora es comentarista deportiva, por cierto), que los niños la desacreditaban porque ¿cómo va una chica a saber más de futbol, deporte masculino y masculinizante por excelencia, que ellos? Y se ponían a hacerle preguntas absurdas que ni ellos sabían contestar, intentando demostrar su superioridad futbolística y masculina.

Es difícil ser mujer, ser gorda y tener una mínima afición por el deporte. No me quiero imaginar si a mí, encima me hubiese gustado el futbol.

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