Me quejo

Influenciadores, el agua que deshidrata y las células mentales

A mí lo de dejar a un lado el razonamiento lógico, nunca se me dio bien. Tampoco se me da nada bien hablar de lo que no sé. No soy de esas que tienen opiniones para todo y todos (y menos mal), pero hoy me vengo a quejar.

Las redes sociales, Internet y la impunidad con que se tratan ciertos temas han hecho que caigamos en un culto a la libertad de expresión desmesurada y en una embriaguez de poder, en el que los likes y los seguidores te dan legitimidad y altavoz para hablar de cualquier cosa.

En otro tiempo, esta gente habría sido como Homer Simpson anunciando Apocalipsis: él solo, con su pancarta y una campana de hotel diciendo que el fin se acerca. Hoy, miles o millones de personas escuchan atentamente y, lo que es peor, se creen lo que esta gente tiene que decirles, a pesar de no tener evidencia, formación o lógica alguna.

Que si el agua deshidrata porque en la botella en ningún lado pone que hidrate, que si el coronavirus se cura haciendo gárgaras con limón y miel porque se queda en la garganta y así no pasa a los pulmones, que si tenemos que entrenar nuestro cerebro, que es muy potente, para que nuestra mente pueda curar las células y así el cáncer y las vacunas desaparezcan, que si yo en mi Instagram podré recomendar los antibióticos que quiera para el acné porque si a mí me vino bien por qué no lo voy a recomendar, que si la alimentación produce autismo… Y así. UN NO PARAR. Burrada tras burrada.

homer simpson el fin se acerca celulas mentales
«¡No nos están enseñando a sacar todo el partido de nuestro poderosisimo cerebro para autocurar nuestras células con la mente!«

Parece que la cuarentena ha hecho que mucha gente se quede sin contenido y otra, simplemente, se aburra. Al final, la excusa siempre es la misma: la libertad de expresión. Cuando estaba en primero de carrera un profesor me dijo una frase que no se me quitara de la cabeza nunca: “la libertad no existe, somos libres en la medida que sabemos de qué somos esclavos”.

Es aplicable a todas las situaciones. A la economía, a los influensers y también a la política.

De igual manera, y ya que hablamos de la libertad de expresión, como dice el refrán: tu libertad acaba donde empieza la del otro. Karl Popper propone una teoría filosófica que se llama la Paradoja de la Tolerancia. Si no has oído hablar de ella, deberías echarle un ojo. En resumen, explica que todo es tolerable (tolerar no en el sentido de permisible, si no de admisible, válido, bueno) excepto la intolerancia. La intolerancia es intolerable.

Yo me pregunto: ¿hablar desde la ignorancia es tolerable? Con esta crisis han salido de debajo de las piedras epidemiólogos, médicos, enfermeros y estrategas militares si me apuras. Gente que sabe mucho mejor que nadie lo que hacer y reclama cosas sin sentido cuando deberíamos estar todos unidos mirando hacia adelante.

Lo mejor de todo, lo que es aun más paradójico que lo que proponía Karl Popper, es que a esta gente el poder se lo damos nosotros. Nosotros votamos al político y nosotros seguimos al influenser. Somos nosotros quienes podemos votar a otros y somos nosotros quienes damos «la influencia». Nosotros, como usuarios, tenemos el poder global, aunque nos hagan creer que se escapa de nuestras manos. Porque si toda la gente que está en desacuerdo con esta gente, todos los que escucha eso y dicen “soberana burrada acabas de decir, chata” dejasen de seguirles y de dar me gusta, esa gente pasaría a un segundo plano. Perderían influencia.

Tenemos el poder y no lo usamos. Y me avergüenza ver cómo gente que yo sigo y admiro, muchos de ellos profesionales de las áreas donde se dicen todas estas burradas, siguen a esta gente en redes sociales y ni se plantean no hacerlo. Porque “total”. Ese “total” significa dejar de ser un palmero, utilizarlas con coherencia, no darle más poder a la gente que inventa bulos o que, directamente, dice sandeces basadas en su ignorancia.

Infórmate, contrasta, no hables sin saber y no creas saber porque tu vecina del cuarto te ha dicho por la ventana lo que han dicho en la tele porque a veces ni siquiera en la tele dicen la verdad, aunque debieran. Pero, sobre todo, se puede ser influencer sin decir gilipolleces, así que no las digas porque creas que tienes seguidores suficientes para poder permitírtelo.

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