Me quejo

¿Vida normal? ¿Qué es eso? ¿Se come?

Después de seis semanas de confinamiento, puedo decir que he pasado por todas las etapas: la etapa de hacer pan, la de obsesionarme con el deporte, la de la ansiedad, la del miedo, la del optimismo, la del miedo otra vez, la del insomnio, el cumpleaños confinado, la de las tres videollamadas diarias, la de salir a la ventana a tomar el aire por encima de mis posibilidades, la de querer ser productiva, la de querer no ser productiva y solo querer sumirme en el caos…

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Yo tengo la suerte de vivir en una comunidad donde no solo se ha manejado bien la situación incluso antes de que se declarase el estado de alarma, sino que también ha habido pocos casos. Aun así, la normalidad se ha convertido en gráficas y cifras, mascarillas, titulares… Y las últimas semanas han sido una montaña rusa de emociones.

Aclaro que no me quejo de los cambios que se deben a los descubrimientos a causa del virus, y quien se queje de eso es un necio. El virus, es un virus nuevo, con todo lo que ello conlleva. Se pueden hacer inferencias por el funcionamiento de otros virus similares, y puede que de primeras todos los indicios lleven a confirmarse una teoría y luego resulte confirmada la contraria. Eso, queridos míos, es Ciencia, con C mayúscula. La montaña rusa emocional me la provocan medidas y titulares que no tienen que ver con estos nuevos descubrimientos.

Entras en un lado y políticos de un lado haciendo campaña. Entras en otro, y están los de otro lado. Una noticia en un periódico dice que la crisis del coronavirus va a ser mayor que la del 2008 y recuerdas como afecto a los que hace 10 años tenían tu edad. En otro periódico dicen que no, que va a ser mucho más ligera porque esta sabemos qué la desencadena y cómo frenarla. Ahora resulta que hay un rebrote en China. Pero no te preocupes porque se debe a los que vienen de fuera. No, espera, que es una mutación alienígena, pero no lo sabemos con certeza. Espera, NO, mantengamos la calma. Pero tu región saldrá antes del confinamiento. Suben los casos, pero es por los tests. No, espera, no es por los test. Que sí, que es por la cantidad de test, todo va bien. Los niños van a poder salir a dar un paseo cogidos de la mano de sus padres. Oh, no, los podrán acompañar AL SUPER. Rectificamos, rectificamos… Profesores, evaluad a los alumnos, pero no los evaluéis. Clase telemática hasta fin de curso, pero los profesores no dan clase y no decimos nada de los exámenes. “Ya se verá”. Medidas, medidas y más medidas. Porque volveremos a la normalidad progresivamente. ¿Volveremos? Pero, ¿qué dices? ¿de qué normalidad me estás hablando?

Mucho se habla estos últimos días de las medidas a tomar para el desconfinamiento. Que si los niños a partir de no se qué día, que si la vuelta progresiva a la vida normal, que si vida normal con restricciones y medidas… Pero a mí esto me parece todo una mentira de las más grandes que hemos oído durante toda la cuarentena.

A mí no me vengas vendiendo que a partir del verano vamos a tener “vida normal”, así entre comillas, o “vida normal con restricciones”. Porque, a mí, me importa tres cojones poder salir o no de casa a dar un paseo o poder ir a comprar ropa al Zara si lo hago todo sola.  A mí me gusta pasear con mis amigas, me gusta ir de compras, me gusta tomarme algo en una cafetería y me gusta abrazar a mi abuela.

Así que, que llamen vida normal a lo que lo están queriendo llamar, me parece un insulto a mi inteligencia. Vida normal, pero no puedes ver a nadie. Pueden abrir los comercios no esenciales, pero tú solo puedes salir de casa con un propósito. Vida normal, pero no puedes relacionarte con gente a menos de metro y medio. Vida normal, pero…

No lo llames vida normal, ya está. Eso no es vida normal. Vida normal es alegría, es fiesta, es terracear, es salir de casa cuando quieras, es que tus hijos salgan de casa y puedan volver rebozados de tierra después de haber estado jugando con otros 30 niños que había en el parque. Es salir de casa solo porque te apetece, no por obligación. Es ir al colegio, a la universidad, al trabajo, a impartir cursos presenciales, a la peluquería…

No meto en vida normal las vacaciones porque eso es una excepción a la regla. La vida normal es lo que haces todos los días, no la semana o el mes que estás de vacaciones. Es una putada, pero podríamos vivir sin viajar una temporada por frenar esto. Por mí, como si cierran Asturias durante un año, dos o cinco si es para poder frenar esto. Reconozcamos nuestra tierrina.

Pero, por favor, no insultéis mi inteligencia. No deis apariencia de tranquilidad y normalidad a algo que no lo es. No engañéis a la gente con vuestra “vida normal”, porque la vida normal no es eso. Eso serán medidas que hay que tomar a pesar de no estar en estado de alarma o llamadlo como queráis. Pero vida normal, no.

Son medidas que hay que cumplir para salir de todo esto, y las haremos lo mejor que sepamos y podamos. Son medidas, así que llamadlas así, pero no lo llaméis vida normal, porque vida normal no es. Ni siquiera sabemos cómo va a ser la vida normal al salir de esto. Dejad de usar el término normalidad. Es un término engañoso para vosotros y para nosotros, porque la realidad “normal” de uno es diferente a la de otro.

Creo que la crisis del coronavirus, además de una crisis sanitaria y económica, será una crisis informativa, comunicativa y periodística. Periódicos y telediarios difundiendo bulos e información sesgada y alarmista; ministros diciendo que se necesitan más científicos, cuando las condiciones para intentar vivir de la ciencia en este país son prácticamente inexistentes y los científicos están en trabajos basura;  expertos a los que ni se les escucha ni se les deja de cuestionar, todo por un titular.

Así nos va. Viviendo en la desinformación y la mentira.

Cordura, normal.
Repartirán estos al acabar la cuarentena, si es que quedamos alguno cuerdo.

Dicho esto, necesito una columna en algún lado, porque esto aquí no pega igual que no pegaba el de las influencers. Pero entre tanto, necesito soltar la bilis y por eso he creado la sección me quejo.

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