Me permito ser
Empieza el curso. De nuevo. Comienza la rutina. También de nuevo. Y con todo ello vuelven otra vez las presiones, la rueda de hámster y la vida diaria. Pero este verano yo he hecho mucho trabajo en autocuidado así que no va a ser lo de siempre, sino que voy a permitirme ser. Así que me permito ser.
Nos venden las influesers, instagramers, tiktokers y demás parafernalia que el autocuidado tiene que ver con comprarse 24729237 cremas carisíiiiisimas y hacer yoga, cuando el autocuidado tiene que ver más con ser permisivos que otra cosa.
Así que yo, desde ahora, me soy permiso. Me doy permiso para fallar. Para no ser perfecta. Me doy permiso para que a veces no me apetezca salir de la cama y otras querer comerme el mundo. Me permito la tristeza, la felicidad y también la desgana.
También me doy permiso no fregar los platos de vez en cuando y que queden ahí. O no hacer la cama. Me permito la pereza. Y me permito, también, equivocarme. Me permito fallar lo mismo que me permito follar.
Me permito hablar sin que me lo hayan pedido, me permito opinar, me doy permiso a ser una pesada con los temas que me gustan. Y también me permito no haber hablado cuando quizás hubiese tenido que alzar la voz.
Permito que mi cuerpo cambie: engorde, adelgace, ensanche y estreche. Me permito las estrías, la celulitis, los pelos y las arrugas. Doy permiso al hambre para que llegue y me doy permiso para comer. Para cocinar y no cocinar. Me doy permiso para hacer deporte si quiero, y también no hacerlo cuando no me apetece y no me siento capaz.
Yo que sé, me permito estar meses sin escribir en este blog y luego venir como si nada. A todo eso me doy permiso.
Me permito no ser la amiga, novia, hermana, hija, sobrina o nieta perfecta para reparar las heridas que nadie va a reparar por mí. Porque si algo he aprendido este verano es que la perfección no existe. Nunca seremos amigos, hermanos, parejas, pacientes, compañeros, socios perfectos, porque todos tenemos lo nuestro, pero esas heridas… no va a venir nadie a curarlas si no somos nosotros.
Y aunque todo esto que te digo suene a básico, aplicarlo en el cada día es más difícil de lo que parece. Porque vivimos rodeados de pequeñas presiones y necesitamos pequeños puntos de escape que hacen que todo se vuelva cuesta arriba. Vivimos pendientes de lo que deberíamos ser y no de lo que realmente somos, de nuestra esencia. Así que permitámonos abiertamente ser, sentir y vivir. Permitámonos equivocarnos y aprender. Y cambiar. Y volar. E ilusionarnos. Permitámonos, simplemente permitámonos fallar.
Ser permisivo es un camino. Un camino largo y a contracorriente. Pero un camino que merece la pena caminar. Así que permítete lo que necesites.