El verano y el tiempo
Hace unos días una de mis mejores amigas me decía que no había sitio en el que se sintiera tan feliz como aquí, en nuestro pueblo.
No tuve más remedio que secundar la moción.
Aquí, hasta los males, pesan menos. Será que se los lleva el agua embalse abajo y por eso son más ligeros.
O que tenemos la piel más curtida de las tardes de pipas y de cine, de bajar al río, de la feria, de ir a ver las estrellas al campo de futbol, de ir de acampada y de las noches de fiesta los martes, y por eso se hace más llevadero.
Será que aquí, estés donde estés, te sientes como en casa. Te sientes en casa en el parque, en el bar de la esquina, en la cafetería y hasta comprando el pan. Y en casa, las alegrías se comparten y las penas se dividen.
Tengo grabado en la mente cada uno de los rincones y los revivo cada vez que los piso, como si todos los momentos vividos en un lugar concreto se superpusiesen uno encima del otro y me viese en diferentes momentos, pero a la vez. Como en una película.
Justo donde estoy sentada, por ejemplo, en esta misma terraza, he leído al menos diez libros diferentes, me he reído con mis amigas, me he emborrachado, he cantado el Pavo Real del Puma (y de esto hace solo un par de días), he saltado a la comba (esto también hace unos días), me he comido helados, he llorado, me he emocionado, he tomado el sol, he comentado los cotilleos que tocaban y he discutido.
Hay sitios que son mágicos, de los que no te puedes escapar ni con los ojos cerrados.
Hace unos días, parece, estaba deseando que llegase julio para poder venir y disfrutar del verano. Pero ahora me he levantado y es 29 de Agosto, queda una semana para que hagas las maletas y me vaya de aquí.
Creo que cuando era pequeña el tiempo no pasaba tan rápido.
El tiempo corre que se mata. El tiempo corre más que tú.
Corre tanto que llegará un día en que no puedas hacer todo esto, y no podrás pasarte todo el verano en tu lugar, y las responsabilidades se comerán tu verano.
Así que aprovecha el tiempo.