Sobrevivir a la era de los haters
Que los niños nos enseñan cosas es un hecho. Y quien diga lo contrario miente.
Vale, no nos enseñan matemáticas, ni lengua, ni química, ni filosofía. Pero cuando pasas tiempo con ellos te das cuenta que dicen cosas que te ponen a funcionar el coco.
En el capítulo de hoy: Educación Emocional.
O más bien, qué poco somos capaces de enseñar a los niños sobre sus sentimientos y cómo gestionarlos. Y da igual que sean positivos o negativos, además.
Poniéndonos en situación: Llevo varios días teniendo que cuidar a mi prima pequeña y llevarla al cole. Como es lógico, en la para del bus coincido con un montón de cuidadores/mamis/abuelis… de toh.
La cosa es que a una niña le dio una pataleta. El motivo de mi análisis no es la pataleta en sí. Ahí no me voy a meter, que en todas casas cuecen habas. Lo que me llamó poderosamente la atención es que su pataleta consistía en no parar de decirle a su madre “te odio”.
Como es costumbre, voy a mi mejor amigo, St. Google, a ver si voy a tener yo una visión errada de lo que es el odio, y no la niña de 6 años.
Odio. 1. m. Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.
Ahá.
Que sí, que son niños. Que sí, que se enfadan. Todo lo que quieras. No es ahí a donde quiero llegar. Mi reflexión va más allá.
Desde hace tiempo –tirando a toda la vida- reflexiono en la cantidad de veces que decimos las cosas por decir. Como por ejemplo, lo mucho que se han devaluado los “te quiero” y los actos que lo significan.
Me explico: decimos te quiero a todas horas y por cualquier cosa. Te queros vacíos, me refiero. Traigo ejemplos:
- Conoces a alguien de dos días y “tía, te quiero”.
- Conoces a una tía en el baño de la discoteca y te deja su pintalabios y “tía, re quieruouuu”. Que estás borracha y no vocalizas.
- Sales con alguien X tiempo, y socialmente tienes que decirle “te quiero”. Porque si no, algo falla. Si no, no quieres estar con él y qué basura todo.
Tenemos que decirlo mucho y mal. Y, además, da igual que lo demuestres que no.
Igual que no hemos aprendido cuando decir esas dos palabras, que se suponen reservadas para ese sentimiento intenso que te llena el pecho y que hace que hasta se te quede corto solo decir “te quiero”, tampoco diferenciamos los gestos que se traducen como “te quiero” en día a día. También traigo ejemplos:
- “Avísame cuando llegues”
- «Estoy aquí para lo que necesites»
- “Acabo de ver X cosa y me acordé de ti”
- “Vi esta pijada en el escaparate cuando pase por delante y no pude no comprártelo”
- Pasar horas riéndote con alguien recordando todo lo vivido, o creando nuevos momentos.
Ahora mismo, con un “te quiero” vacío se arregla que te traten todos los días como una zapatilla vieja. Mantenemos relaciones que no van a ningún lado porque “es que nos queremos”. Igual no sabes lo que es querer.
O pensamos que si no nos lo dicen a todas horas todos los días, por mucho que nos lo demuestren todos los días a todas horas, no existe el sentimiento o no es de verdad.
Nada más lejos de la realidad.
A esa niña de 6 años le pasaba algo similar, pero con un sentimiento diferente y radicalmente opuesto. “Te odio”. Si no somos capaces de identificar correctamente cómo nos sentimos, ¿cómo vamos a ser capaces de expresarlo correctamente?
Está claro que esa niña no quería ningún mal para su madre, ni le tenía aversión, solo estaba enfadada. Pero piensa que ese sentimiento es odio, porque oye mucho hablar de odio a la mínima. Y de hate, y de haters… y nadie le ha explicado la diferencia entre odio y enfado. Nadie se ha parado a educar a esa niña emocionalmente.
Nadie se ha para a decir a otra persona “eso que sientes no es amor, es cariño como mucho”.
Y así nos va.
Educar emocionalmente no es difícil, solo hay que tener ganas. A ver si así logramos sobrevivir a la era de los haters.