2022, no me toques más los huevos
Este año no hay propósitos. Ni uvas el día de Nochevieja, ni lencería roja, ni comida familiar. Este año no hay día de Reyes. Ni regalos, ni ilusiones. Este año no hay suerte. Este año no hay nada. Y, además, es mejor así.
2021 empezó relativamente bien, y acabó con un broche de oro de mierda. Vamos, que fue de mal en peor a medida que fue avanzando. Lo que empezó siendo un año prometedor, dejando el 2020 atrás, se fue torciendo a medida que pasaron los meses.
Empezamos 2021 con la esperanza de la vacuna, que tardó en llegar (en mi caso y en el de la mayoría de la gente) hasta mediados de año, que se dice pronto. Aun así, podemos estar orgullosos: somos de los países con más población vacunada, en otros están volviendo a los confinamientos mientras nosotros pasamos Omicrón como si fuese un catarrito griposo más (sin desmerecer a la gripe, que se lleva y hospitaliza tanta gente cada año).
Pero ha pasado todo 2021 y, aun así, seguimos como antes. Seguimos con las mismas restricciones a pesar de que el ratio casos/hospitalizados/fallecidos es cada vez menor, a pesar de que las vacunas funcionen y de que las variantes sean menos agresivas. Y eso, lo que produce, es hastío.
Vemos como se cancela o incluso se prohíbe nuestra vida social mientras nos sentimos culpables por no estar produciendo 24/7. A mi me pasa, que soy autónoma, que si me marco un día para descansar, DESCANSAR, me siento como una mierda, como si tuviera que estar constantemente pensando nuevas maneras de darme a conocer, nuevos proyectos o nuevas ideas, incluso aunque esos proyectos o ideas me consuman mucho tiempo y me dejen, seguramente, 0 euros.
Pero es que encima, por si todo este hastío social no fuese suficiente. Por si todo este hartazgo profesional fuese poco, este último trimestre ha sido especialmente nefasto en lo personal.
Obviamente, nunca es agradable que nadie se muera, pero que lo haga tu madre de 51 años cuando tú tienes 26 y una hermana de 19, te deja un poco entre la espada y la pared. Así que súmale al Covid, a las medidas, al hastío, a la fatiga pandémica y al sistema que te obliga a enfocarte en producir, un estrés de caballo, tener que ir todos los días al hospital y, al final final del año, una pérdida inmensa. Y no solo la pérdida, la ansiedad económica que eso conlleva, porque te quedas entre la espada y la pared, con el culo al aire, debajo de un puente.
Así que sí, 2020 habrá sido El Año de la Pandemia, pero para mi 2021 ha sido una pedazo de mierda. Si hago balance de 2020 y de 2021, me quedo con 2020 DE LEJOS. Es cierto que fui afortunada en la cuarentena, no cogí el Covid hasta, precisamente, la última semana de 2021 (en plan, brochazo final, guinda del pastel) y todo lo que quieras. Pero dame el 2020 que tuve yo, y dejemos el 2021 en las cenizas del olvido, que creo que es donde se debe quedar.
Por eso a 2022 no le pido nada, porque parece que cada vez que pides, se te da menos. Pides salud para ti y para los tuyos, y te vienen 5 fallecimientos, una pandemia y una encefalopatía de origen difuso. Pides trabajo y te vienen muchos proyectos no remunerados, demasiados para ti sola, pocos dineros y ansiedad en lo económico. Por suerte, no me puedo quejar de lo de pedir amor, que eso espero que se quede como está y es lo único que libro de 2021.
Igual esta es la manera ideal de entrar los años. Sin ningún tipo de esperanza ni expectativa, así si viene la más minima cosa buena te resultará agradable, ¿no? O quizá lo estoy viendo demasiado negativo. Pero lo que tengo clarísimo es que todo el mundo que me dice que 2022 es una oportunidad blablabla… Se equivoca. Mucho.
Porque en 2022 no empiezo de cero. En 2022 empiezo recogiendo todos los pedazos y toda la mierda de los últimos meses de 2021, así que eso no es un punto final. No es cambiar de libro, ni de capitulo, ni de nada. Eso es un continuará más. Así que no, 2022 no va a ser mi año.
Resumiendo… 2022, no me toques (más) los cojones, ¿vale?