Me he vuelto Marie Kondo en cuestión de 2 días
Todos hemos vivido el fenómeno: llevas mil años sin utilizar ciertas cosas y sigues guardandolas una y otra vez en un cajón. Hasta que te planteas seriamente tirarlas, porque llevas años retrasando el momento inevitable en el que van a pasar a mejor vida porque ni las usas ni te acuerdas de ellas hasta que las ves ahí olvidadas… Y vuelta a empezar.
El último mes me he tenido que enfrentar a eso, pero por cinco. Uno, el que llevo haciendo yo, como todo hijo de vecino, y sumando el de las cuatro personas que vivían conmigo, que ya no están y que no sabían de que iba el programa de Marie Kondo. Todas sus cosas siguen por toda la casa. Así que llevo todo el mes organizando cosas y trastos míos, y no tan míos. Vamos, que sigo estando hasta el coño, pero por otros motivos.
Este mes, me tocó vaciar los cajones y los recuerdos de otros. De mis abuelos, de mis padres. De los que ya no están. Porque antes esta casa no era mi casa, era la casa de mi madre o de mi abuela. Pero ahora que no están, es mi casa. Y su desastre es mi desastre. Resulta que los desastres también se heredan aunque no los quieras. Y yo odio los desastres, necesito vivir en un mundo de PAZ y ORDEN. Así que me he atado la manta a la cabeza y me he convertido en una especie de mutageno de Marie Kondo.
La vida hace que tengamos que rebuscar entre las cosas de esos que ya no están. Con las cosas que son nuestras y que entendemos el significado que tienen, pero ¿y con las de los demás? Hay cosas que te paralizan sin haber tenido contacto con ellas. Fotos antiguas, manteles bordados a mano, incluso cuadros. Que, para mí, no significan nada. Pero que tenían el suficiente significado para que mi abuela lo guardase (y no lo usase en los últimos 20 años por lo menos, pero eso es otra historia).
Seguro que si me estuviera viendo tirar sus manteles de ganchillo, todos los recuerdos de bodas varias, las figuritas de porcelana, vender parte de la cristalería y buscar un anticuario que quiera los muebles de madera que hizo su padre, le apetecería darme dos ostias. Y bien dadas.
Pero, seamos honestos, está bien guardar cosas por el significado que tienen, pero cosas que signifiquen algo para ti, no por la pena que te da porque a tu abuela le daría pena cuando ni siquiera está entre nosotros, ¿no? ¿por qué nos dan tanta pena esas cosas con las que nunca hemos tenido relación más que ahora?
Los dibujos que hice con 3 años, significaban mucho para mi madre. Los dibujos de su hija pequeña en su primer año de cole. Los libros, las notas… Pero, ¿para mí? Ni siquiera sabía que existían ahí guardados hasta que abrí el cajón de su cómoda, y ella ya no está. Hay veces que hay que hacer de tripas corazón para seguir con tu vida y que los recuerdos de los muertos no te hagan perder el norte y mudarte con 8 cajas de más de objetos de los que no te vas a acordar más hasta la próxima mudanza.
Y en la próxima, vuelta la ruedo… Porque estas fotos de los abuelos de los abuelos de mi madre, que guardó mi bisabuela porque eran sus abuelos, y mi abuela porque le daba pena, y mi madre no se molestó en tirar. Y aquí esta servidora, sin saber qué hacer con los retratos de esta gente que ya no está y pensando que dentro de 50, 60, 70 años, otros estarán pensando lo mismo sobre fotografías mías, quizás.
Pero no es solo eso. Dejando a un lado la parte emocional, con las limpiezas profundas aparecen todos los estragos de la obsolescencia programada de la tecnología. Teles de culo que hace 6 años funcionaban y ahora solo dios sabe. Porque llevan sin usarse 5 años y 364 días. 53987484735 mandos de videos. Cintas de casette. VHSs varios. ¡CDs caseros! Con películas como El Orfanato, Harry Potter… Todos rayados. Todo a la basura. ¿Cuándo se vuelvan a poner de moda en plan moderno escuchar radiocasetes igual que pasó con los vinilos, qué? ¿Qué dice Marie Kondo de los avances en las modas y los eternos porsiacasos?
También descubres la cantidad de trastos viejos rotos que guardaron tus ancestros con intención de… pues no lo tengo claro. ¿Por qué guardar una televisión vieja que no enciende? ¿O un mando de un video que ni siquiera tenemos instalados? ¿y cables que ocupan tres cajones de metro por medio metro y que ya no sirven para nada y llevamos sin usar ni se sabe porque todo trae sus propios cables?
Más hallazgos: en mi casa todos han dejado de fumar. El hallazgo no es ese, sino encontrarte un cajón enorme lleno de ceniceros. De todos los tipos, tamaños, colores y materiales. ¿Por qué guardar 27mil ceniceros? ¿No basta con un par? Que yo nunca he fumado así que no puedo opinar, pero yo que sé… Mi padre se apañaba con tres y le sobraba. No creo yo que haga falta tener uno en cada esquina, que no son ambientadores.
Lo de las ventas de muebles, enseres y trastos varios vía internet… eso lo dejamos para otro día. Que la fauna de wallapop y vinted está muy mal y podría tener su propio post enterito.
En fin. Seguro que Marie Kondo estaría orgullosa de mi, porque estoy valorando mucho hacer el filtro de cosas que no he utilizado el último año (aunque en algunas lo estoy extendiendo a dos, porque el covid, ya sabes) y porque estoy centrándome en las cosas que me dan alegría. SI LA MARIE KONDO DICE QUE HAY QUE VER SI EL ESE CALCETIN SPARKS JOY, PUES YO LO HAGO. A veces me veo así:
Asi que oye, si al final voy avanzando, pues todo bien. En fin, esperemos que todo esté bien y que organizando la casa y dedicándonos al minimalismo, organicemos poco a poco nuestra vida.